Una duda habitual
Frecuentemente vemos un uso indiferenciado de los términos inteligencia colectiva e inteligencia colaborativa y, antes de adentrarnos en esta última, conviene entender a “qué” nos referimos con cada expresión, cómo discriminarlas y en qué medida pueden complementarse.
Hasta ahora, en el mundo analógico, la inteligencia colectiva surgía de las aportaciones de muchas personas, no identificadas, cuyo conjunto era compilado por unos expertos, en una relación “vertical”. Por ejemplo, las clásicas enciclopedias y diccionarios. Uno de los primeros casos de inteligencia colectiva fue el diccionario de Oxford, creado en el último tercio del siglo XIX desde varios llamamientos a los ciudadanos británicos y angloparlantes para que enviaran sus definiciones. Desde su origen, la mayoría de las enciclopedias se crearon bajo este régimen.
Y la inteligencia colaborativa se asociaba al trabajo de varias personas, identificadas, que cocreaban en una relación “horizontal”, de igualdad, para hacer una obra en común, cuyo resultado pertenecía a todos. Por ejemplo, un libro redactado entre varios co-autores o los habituales “papers” o estudios realizados entre varios investigadores
Pero el mundo digital ha provocado cambios disruptivos en las relaciones interpersonales y nuestra capacidad de interacción con la información y el conocimiento: se han roto múltiples barreras cuantitativas y cualitativas.
Hoy, podemos procesar eficientemente las interacciones de millones personas con datos y contenidos y disponemos de poderosas herramientas para crear comunidades que conectan mentes distribuidas en cualquier punto y momento del planeta. Y, más poderoso todavía: podemos establecer sinergias enriquecedoras entre lo colectivo y lo colaborativo para crear modelos híbridos.
Es momento de “reubicar” estos dos tipos de inteligencias en un mundo digital.
La ley del Poder de Participación de Ross Mayfield
Un enfoque interesante es el de la ley del Poder de Participación de Ross Mayfield, que propone cómo delimitar ambas, su coexistencia y aportación de valor. Para ello, contrasta el tipo de interacción que se produce (entre personas o entre personas y contenidos), con el grado de participación (implicación baja o alta).
Desde ahí, infiere patrones en los que asocia la participación de bajo umbral sobre contenidos a inteligencia colectiva y la de alto compromiso entre personas y/o contenidos a la inteligencia colaborativa.
Así, gradúa los tipos de participación digital en cuanto a su aporte a la comunidad: las actividades de poca implicación (leer, favoritos, etiquetar, comentar…), que considera “la periferia” y las de alto compromiso (redactar, colaborar, moderar y liderar), que constituyen el “núcleo” de una comunidad.
Es decir, la participación se basa en una ley de poder, tipo Pareto o “Long Tail”, con un modelo sólido de núcleo/periferia, sustentada en un software social que facilita tanto la participación de bajo umbral como de alto compromiso. Su objetivo es disponer de formas variadas de participación, de riqueza diversa, para no perder ninguna aportación posible. Por pequeña que sea, todas aportan.
“En pocas palabras, es mucho más fácil motivar a un millón de personas para que hagan algo que les llevará cinco minutos completar, que motivar a unas pocas personas para que hagan algo que les lleve meses o años”
Yochai Benkler (2011)
El valor de la hibridación
En este nuevo universo digital descubrimos que, más allá de diferenciar estas formas de inteligencia grupal, lo interesante es observar cómo su hibridación potencia sus posibilidades. Un ejemplo significativo de modelo híbrido de inteligencia colectiva-colaborativa es la conocida Wikipedia. Se sabe que unas 500 personas (el 0,5% de los usuarios), representan el 50% de las ediciones. Este núcleo central se dedica activamente a mantener una periferia abierta.
Similar a Zooniverse donde, entre otros proyectos, más de un millón de voluntarios utilizan la plataforma para analizar imágenes satelitales del espacio, lo que ayuda a los investigadores profesionales a identificar nuevas estrellas y facilita que ambos colectivos -voluntarios y expertos- interactúen entre sí. O Waze, que combina los datos de ubicación de los móviles de miles de conductores y recoge información sobre incidencias para crear mapas de tráfico en tiempo real.
La enseñanza es que no se trata tanto de delimitar o confrontar ambas inteligencias como de ver, en cada situación, cuál de ellas, o ambas, necesitamos para responder en escenarios complejos.
Así, la pregunta del título de este artículo está “tendenciosamente” formulada: no se trata de “colectiva o colaborativa”, sino “colectiva y colaborativa”: la complejidad de nuestra vida precisa de pensamiento de síntesis, que agrega valor.
Como resumen, la inteligencia colectiva es un modelo masivo de agregación y refinado de datos y conocimiento. Se sustenta en la recopilación y agregación de aportaciones masivas de personas, habitualmente anónimas, que no suelen interactuar entre sí. Al procesar digitalmente toda esa ingente información cuantitativa se pueden inferir tendencias, ideas o predicciones de mucho valor y precisión.
La inteligencia colaborativa es un modelo multiplicador de alto valor añadido. Conecta en igualdad a grupos, relativamente reducidos, de mentes expertas que participan y colaboran intensamente desde la multiperspectiva. Lo que hace emerger nuevos conocimientos e ideas para innovar y cogenerar nuevas posibilidades. Puede alimentarse también de los resultados de los procesos de inteligencia colectiva.
El gran mensaje es que podemos aprovechar al máximo la inteligencia humana a escala, los datos y la tecnología para ayudarnos a resolver problemas complejos.
¿Y, en nuestras organizaciones…?
En este caso y en cuanto a los órdenes de magnitud en la inteligencia colectiva, hemos de “bajar” de escala. Salvo excepciones, como los mercados de consumo, contaremos con menos personas tanto internamente como en el ecosistema circundante (clientes, proveedores, entorno social, etc.). Sin embargo, nos permiten similar o superior riqueza de resultados, pues los datos suelen ser cualitativamente mejores (perfil de participantes, segmentaciones, trayectoria, etc.).
Y, en cuanto a la inteligencia colaborativa, disponemos de la valiosa posibilidad de interactuar tanto en presencial como en digital, rompiendo los límites espacio-temporales. Si, además, las preparamos para ello, podemos “subir” de escala: prácticamente todas las personas de la organización pueden entrar en juego.
Y, en aquellos casos en las que podemos hibridar ambas inteligencias, son todavía mayores las posibilidades de crear nuevos escenarios de futuro.
La inteligencia colaborativa en las organizaciones es un auténtico tesoro por revelar y una ventaja competitiva fundamental.
En siguientes artículos…
Sin olvidar, por supuesto, las posibilidades de la inteligencia colectiva y su hibridación, en los siguientes artículos nos focalizaremos principalmente en la Inteligencia Colaborativa, bajo nuestro punto de vista todavía poco explotada en las organizaciones, pero de una importancia trascendental ante los retos que la complejidad nos presenta.
Otros Recursos: artículos previos familia “Inteligencia Colaborativa”
[QVO#006] Inteligencia Colaborativa I – ¿Colaboramos en nuestras organizaciones?