De la colaboración “instintiva” a la colaboración “inspirada”
En cualquier momento del día o la noche, puede saltar la alerta: hay un órgano disponible para trasplante en cualquier punto de España. Es el disparador de una carrera contrarreloj, de entre 4 y 10 horas, que culmina con un nuevo receptor y una nueva de esperanza vida por delante. Con datos de 2022, ocurre un promedio de 15 veces cada día, más de 5.000 trasplantes al año.
Cada alerta pone en marcha un entramado de procesos colaborativos, precisamente diseñados y ejecutados, en el que intervienen más de 100 profesionales, con distintos equipos, en diferentes partes del país. Todo ello coordinado desde la ONT, la Organización Nacional de Trasplantes, una entidad modélica y líder mundial en número de trasplantes desde hace 31 años.
¿Cómo se consigue esta excelencia en escenarios de tamaña complejidad?
Gracias a un visionario, el Dr. Rafael Matesanz, y a una organización con propósito, la ONT, que a lo largo de los años ha ido perfeccionando su modelo, conocido internacionalmente como “the Spanish Model” y aplicado con éxito ya en numerosos países. El Modelo Español es un conjunto de medidas adoptadas en nuestro país para mejorar la donación de órganos desde una clara perspectiva sistémica.
¿Qué enseñanzas podemos sacar para nuestras organizaciones de este ejercicio de colaboración inteligente…?
¿Somos conscientes del inmenso valor que aporta un buen diseño “inspiracional” de Inteligencia Colaborativa?
¿Qué es y cómo surge la Inteligencia Colaborativa?
En anteriores artículos, en nuestro acercamiento a la Inteligencia Colaborativa, hemos recorrido los conceptos, fundamentos y potencialidades de esta valiosa disciplina (¿Cómo colaboramos?, ¿Colectiva o Colaborativa?, El sentido común del siglo XXI) que caracterizamos informalmente como “la capacidad de aprovechar al máximo la inteligencia humana a escala para ayudarnos a resolver problemas complejos”. O, como enunciaba William Isaacs, “la capacidad de construir, contribuir y administrar el poder que se encuentra en las redes de personas“.
Es decir, la Inteligencia Colaborativa es la facultad de pensar juntos, de desarrollar un pensamiento colaborativo y una acción coordinada.
La Inteligencia Colaborativa genera un microclima multiplicador de alto valor añadido: conecta en igualdad a grupos pequeños de personas comprometidas, que participan y colaboran intensamente desde la multiperspectiva y, guiados por un propósito compartido, hacen emerger nuevos conocimientos e ideas para innovar y cogenerar nuevas posibilidades.
Y partíamos de un ejemplo representativo de un tipo de Inteligencia Colaborativa, que podríamos calificar como “instintiva”, la que emerge en situaciones extremas e imprevisibles, como la de los 33 mineros chilenos atrapados en la Mina San José (ver ¿Cómo colaboramos?).
En ellas, y con mayor o menor efectividad, todo tipo de personas, empresas e instituciones, en medio de la urgencia, se unen para configurar soluciones impensables sin este propósito mayor que los une. Tras el logro o no del objetivo, se desconectan y se pierde esa magia colaborativa. Es valiosísima, pero efímera.
Y, este artículo, lo hemos iniciado con un ejemplo representativo de otro tipo de Inteligencia Colaborativa, que podríamos denominar coloquialmente como “inspirada”, la que podemos hacer emerger de forma estable en una organización o ecosistema cuando está “inspirada” por un propósito compartido y una voluntad clara de cocrear, entre todos, cómo queremos construir su futuro.
“La inspiración existe, pero te tiene que encontrar trabajando”
Pablo Picasso
El modelo de la ONT evidencia que cuando hay claridad, motivación e inteligencia (y suficientes recursos), es factible establecer formatos colaborativos originales e hiper-valiosos para superar retos de todo tipo.
Organizacionalmente, el diseño de la ONT responde a un “ecosistema dual”, de múltiples entidades y organizaciones, con una parte “formal” y otra “virtual”. Sus profesionales trabajan cotidianamente en sus respectivas organizaciones y, ante una alerta, “emerge” una mini-organización virtual, consistente y entrenada, que logra coordinar de inmediato los esfuerzos e inteligencias de muchos profesionales, en un proceso vertiginoso. Un maravilloso y efímero ejercicio coral en el que todas personas están alineadas y comprometidas con un propósito mayor: salvar vidas.
Y esto, ciertamente, no surge de forma espontánea. El éxito de este modelo sólo es comprensible desde un enfoque multidisciplinar, que engloba aspectos legales, médicos, económicos y políticos. Hay un tremendo esfuerzo sistémico previo, de diseño, formación, entrenamientos, protocolos, experiencias y mucho trabajo en el factor humano, que hacen que parezca casi “rutinario” lo que es una auténtica proeza.
Desde su fundación en 1989, por el hoy ya jubilado Dr. Rafael Matesanz, alma e incansable impulsor del proyecto durante más de 30 años, la ONT ha llevado su modelo, “the Spanish Model”, a ser referente en todo el mundo. Con él, ha dado nueva vida a decenas de miles de personas prácticamente desahuciadas y ha hecho accesible y gratuito, un proceso tan complejo como costoso. Un auténtico lujo con el que contamos en nuestro país.
La Inteligencia Colaborativa en nuestras organizaciones
Salvando las distancias, en muchas organizaciones, inmersas en la complejidad y la incertidumbre, confluyen también estas dos mismas circunstancias: lo “cotidiano”, lo que sabemos hacer eficientemente y lo “excepcional”, desde crisis a proyectos complejos, escenarios imprevistos, etc. que, frecuentemente, nos apremian y desbordan. Y, lo excepcional, es cada vez más frecuente.
¿Cómo hacer “emerger” esta necesaria inteligencia colaborativa en nuestra organización… ?
¿Cómo aprovecharla al máximo en “lo cotidiano” y en “lo excepcional”… ?
Bajamos ahora al terreno operacional, al de los “cómos”, los “quiénes” que, bien guiados por un propósito compartido, nos posibilite generar el “microclima” necesario para que la Inteligencia Colaborativa emerja, se sostenga y pueda evolucionar en una organización.
Como ya vimos, la Inteligencia Colaborativa es una disciplina-fusión, fruto de la convergencia de las otras tres disciplinas contextuales: Complejidad, Pensamiento Sistémico y Colaboración.
Las tres disponen de un amplio repertorio de principios e instrumentos, de los que se nutre la Inteligencia Colaborativa, entretejiéndolos y fusionándolos en útiles procesos.
Son procesos sistémicos de gran valor por su potencial de aplicación, sencilla y accesible, para su “aterrizaje” práctico en las organizaciones, abriendo camino para alcanzar progresivamente:
- una ampliación de marcos mentales de las personas, evolucionando sus relaciones y llevándolas a ellas y a toda la organización hacia mayores niveles de consciencia.
- un impacto en la eficiencia operacional y en el bienestar en las personas, que conlleva una clara mejora de resultados y de logro de objetivos.
- la evolución gradual de la cultura y las estructuras organizacionales, sin tensiones ni disrupciones.
Un “collage” de prácticas y procesos facilitados
La Inteligencia Colaborativa no es un “modelo” ni una “metodología”: vivir y trabajar colaborativamente implica, no tanto la conformidad con reglas o técnicas, sino el dominio de un conjunto de prácticas y procesos con los que saber generar, para cada situación concreta, un “collage” específico con ellas.
Las prácticas o “formas de hacer” se distinguen de las técnicas en que no se puede predecir ni garantizar un resultado específico. Las prácticas nos preparan para la experiencia de colaboración y nos abren la puerta, no a una, sino a infinitas posibilidades.
La Inteligencia Colaborativa nos permite evolucionar las organizaciones de forma ordenada y consciente, desde los escenarios hoy dominantes (jerarquías verticales, rigidez, planificación y control), hacia los escenarios de futuro (en red, con liderazgos distribuidos, flexibilidad, estrategia evolutiva). Para llevar a cabo, en el ritmo y profundidad que cada organización necesite, una poderosa transformación desde culturas tuteladas y dependientes hacia culturas autogestionadas e interdependientes.
Esta transformación cultural es fundamentalmente consecuencia de la transformación de las personas y las relaciones que la Inteligencia Colaborativa propicia, “a medida” de cada organización, su grado de evolución y necesidades. Esta transformación suele seguir un proceso de varias etapas iterativas de maduración:
- La creación del “microclima” colaborativo, focalizado en la transformación de las personas y sus relaciones, desde la inteligencia emocional y las prácticas colaborativas básicas, para evolucionar desde la vigente concepción individualista, al nuevo campo de la equidad, donde “todas las voces importan”.
- La “activación” de la colaboración, un siguiente paso para responder al impacto de la complejidad, con prácticas colaborativas sistémicas para percibir, pensar y hacer desde “el nosotros”, con la máxima creatividad y eficiencia.
- La “autosustentabilidad”, que emerge cuando alcanzamos nuestra máxima autonomía interna y nos sentimos independientes. Es el momento en el que comprendemos que, buscando la complementariedad, la colaboración con otros sistemas internos o externos, desde la transparencia, estaremos mejor preparados para un entorno impredecible. El valor de la interdependencia, imprescindible para actuar conscientemente en la complejidad.
Los ingredientes para buenas prácticas de Inteligencia Colaborativa
Anticipábamos que la Inteligencia Colaborativa es un proceso que no emerge por sí solo: pasa por “desaprender” viejos hábitos individualistas y aprender “nuevas forma de hacer” para conversar y crear con los otros.
Con este fin, la Inteligencia Colaborativa se construye desde tres grandes ámbitos – las Personas, los Procesos Colaborativos y los Procesos Tecnológicos – con un “pegamento” que los aglutina e integra, la Facilitación y guiados por la claridad de un Propósito evolutivo y compartido.
Como en las buenas “recetas”, todos estos cinco “ingredientes” han de irse entremezclando en procesos iterativos: la inteligencia colaborativa emerge cuando suceden de forma natural, en su “tempo” adecuado y bien fusionados entre sí.
Como veremos en siguientes artículos, la “cocina” colaborativa es un universo muy extenso y, de momento, solo haremos un acercamiento superficial sobre estos “ingredientes” y el impacto de sus buenas combinaciones.
Y, más adelante, habrá tiempo de profundizar en los que entendemos como más relevantes. Pero, todo a “su tiempo”…
Otros Recursos: artículos previos familia “Inteligencia Colaborativa”
[QVO#006] Inteligencia Colaborativa I – ¿Colaboramos en nuestras organizaciones?
[QVO#007] Inteligencia Colaborativa II – ¿Colectiva o Colaborativa?
[QVO#008] Inteligencia Colaborativa III – El sentido común del siglo XXI